martes, 26 de abril de 2011

Pierre Bourdieu: Razones Prácticas sobre la Teoría de la Acción


La obra de Pierre Bourdieu le ha convertido ya en un clásico de la sociología contemporánea. En un fin de siglo en el que apenas destacan grandes figuras intelectuales al estilo de las que se produjeron hasta los años sesenta en Francia (Barthes, Foucault, etc.), Bourdieu ocupa un lugar destacado. Razones prácticas es una obra múltiple que puede servir de introducción al pensamiento de este sociólogo. En su anterior obra publicada en España, Las reglas del arte (Barcelona, Anagrama, 1996) se ocupaba de la constitución del campo literario en el siglo pasado en Francia. Dicha obra, rica en posibilidades y sugerencias de análisis para los estudiosos de los fenómenos literarios, sin embargo, no tuvo la acogida merecida. Quizá el silencio siga siendo el sistema más efectivo de ignorar las cosas. Polémica, como todas la suyas, esa obra merecía, al menos, el debate dentro del sector afectado. Quizá, como señala Bourdieu en la cita que encabeza esta reseña, su empeño en adentrarse en los campos de orden intelectual dentro de la sociedad no sea bien recibido en los sectores analizados.

Como hemos señalado, esta recolección de escritos dispersos puede convertirse en una buena introducción al conjunto de su obra. En ella se agrupan escritos diversos en los que se manifiesta una idea común: la sociedad es un sistema relacional de diferencias en el que se dan una serie de campos con sus reglas de juego particulares. Bourdieu describe así su concepción de las sociedades:
...todas las sociedades se presentan como espacios sociales, es decir estructuras de diferencias que sólo cabe comprender verdaderamente si se elabora el principio generador que fundamenta estas diferencias en la objetividad. Principio que no es más que la estructura de la distribución de las formas de poder o de las especies de capital eficientes en el universo social considerado -y que por lo tanto varían según los lugares y los momentos.

Esta estructura no es inmutable, y la topología que describe un estado de las posiciones sociales permite fundamentar un análisis dinámico de la conservación y de la transformación de la estructura de distribución de las propiedades actuantes y, con ello, del espacio social. Es lo que pretendo transmitir cuando describo el espacio social global como un campo, es decir, a la vez como un campo de fuerzas, cuya necesidad se impone a los agentes que se han adentrado en él, y como un campo de luchas dentro del cual los agentes se enfrentan, con medios y fines diferenciados según su posición en la estructura del campo de fuerzas, contribuyendo de este modo a conservar o a transformar su estructura (Espacio social y campo de poder, pp. 48-49)

Bourdieu habla de los campos como "universos sociales relativamente autónomos" (p. 84). Es en esos campos, campos de fuerzas, en los que se desarrollan los conflictos específicos entre los agentes involucrados. La educación, la burocracia, los intelectuales, el religioso, el científico, el del arte, etc. son campos específicos, es decir, estructurados conforme a esos conflictos característicos en los que se enfrentan diversas visiones que luchan por imponerse.

Dentro de la obra de Bourdieu, tiene particular importancia el concepto de "capital simbólico":

El capital simbólico es una propiedad cualquiera, fuerza física, valor guerrero, que, percibida por unos agentes sociales dotados de las categorías de percepción y de valoración que permiten percibirla, conocerla y reconocerla, se vuelve simbólicamente eficiente, como una verdadera fuerza mágica: una propiedad que, porque responde a unas "expectativas colectivas", socialmente constituidas, a unas creencias, ejerce una especie de acción a distancia, sin contacto físico (La economía de los bienes simbólicos, pp. 171-172)

El capital simbólico (Bourdieu pone como ejemplo, entre otros, el "honor" en las sociedades mediterráneas, p. 108) sólo existe en la medida que es percibido por los otros como un valor. Es decir, no tiene una existencia real, sino un valor efectivo que se basa en el reconocimiento por parte de los demás de un poder a ese valor. Para que ese reconocimiento se produzca tiene que haber un consenso social sobre el valor del valor, por así decirlo. Gran parte de la obra de Bourdieu se ha dedicado al descubrimiento o revelación de los mecanismos que se dedican a la constitución de esos elementos que configuran el capital simbólico en cada campo social. Así cuando habla de una "teoría de la violencia simbólica", la califica como "una teoría de la producción de la creencia, de la labor de socialización necesaria para producir unos agentes dotados de esquemas de percepción y de valoración que les permitirán precibir las conminaciones inscritas en una situación o en un discurso y obedecerlas" (La economía de los bienes simbólicos, p. 173).

Es decir, para que un valor sea percibido como tal, se generan toda una serie de acciones cuya función es la construcción de la creencia que perciba, reconociéndolo, el valor. Sólo así puede funcionar el concepto de capital simbólico. Dentro de este marco, es comprensible que Bourdieu se haya dedicado al análisis de los campos en los que es especialmente señalada la configuración de los valores simbólicos: el estado, la burocracia, la iglesia, el mundo académico... Bourdieu apunta en este sentido:

La mayor parte de las obra humanas que solemos considerar como universales -derecho, ciencia, arte, moral, religión, etc.- son indisociables desde el punto de vista escolástico tanto de las condiciones económicas como de las condiciones sociales que las hacen posibles y que nada tienen de universal. Se han engendrado en estos universos sociales tan particulares que son los campos de producción cultural (campo jurídico, campo científico, campo artístico, campo filosófico, etc.) y en los que están comprometidos unos agentes que comparten el privilegio de luchar por el monopolio de lo universal y de contribuir así, poco o mucho, al progreso de las verdades y de los valores que son considerados, en cada momento, como universales, incluso eternos (El punto de vista escolástico, p. 213)

Dentro de su sistema conceptual, el habitus es otra presencia constante. Dentro de la sociedad no existe una vivencia independiente de la sociedad misma y sus reglas; las experiencias están mediatizadas por las configuraciones de los diferentes campos. Siel campo es el marco, el habitus es el efecto del marco, su interiorización:

El habitus cumple una función que, en otra filosofía, se confía a la conciencia trascendente: es un cuerpo socializado, un cuerpo estructurado, un cuerpo que se ha incorporado a las estructuras inmanentes de un mundo o de un sector particular de este mundo, de un campo, y que estructura la percepción de este mundo y también la acción en este mundo (¿Es posible un acto desinteresado, p. 146)

Bourdieu se manifiesta en varios momentos de la obra en contra de las teorías de la acción humana como "interés", lo que el explica como una aplicación abusiva de las reglas de un campo determinado, el "económico", a otros distintos. Esa noción de "interés" implicaría una acción humana basada siempre en el cálculo, es decir, consciente. Bourdieu tiene su propia propuesta:

La teoría de la acción que propongo (con la noción de habitus) equivale a decir que la mayor parte de las acciones humanas tienen como principio algo absolutamente distinto de la intención, es decir disposiciones adquiridas que hacen que la acción pueda y tenga que ser interpretada como orientada hacia tal o cual fin sin que quepa plantear por ello que como principio tenía el propósito consciente de ese fin (La economía de los bienes simbólicos, p. 166)

Bourdieu propone el ejemplo del "juego", en el que los jugadores, una vez que han interiorizado sus reglas, actúan conforme a ellas sin reflexionar sobre las mismas ni cuestionárselas. De alguna forma, se ponen al servicio del propio juego en sí. Esa interiorización y automatismo de las reglas de juego, que son las que determinan la capacidad de acción de los jugadores, se corresponden con ese "cuerpo socializado", con el habitus generado en los diversos campos sociales. El propósito final de la sociología de Pierre Bourdieu sería la deducción de las reglas del juego partiendo de las acciones observables de los jugadores. El sociólogo tendría primero que determinar que tras ciertas acciones se esconde algún tipo de juego; tendría que establecer quiénes son los que están jugando; cuál es el espacio en el que se desarrolla ese posible juego (campo) y, una vez establecidas todas estas cosas, deducir de las acciones qué tipo de juego es el que practican. El juego es el conjunto de todo: acciones posibles, reglas, jugadores, beneficios que obtienen, estrategias para conseguirlos, terreno, etc.

Por.
Joaquín Mª Aguirre

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